En las últimas semanas leí algunos artículos que me parecieron muy interesantes y por eso quiero compartir algo de lo que rescaté. Son temas distintos, así que hay para todos los gustos.
Lenguas en peligro
Why Are Languages Worth Preserving? (¿Por qué vale la pena preservar los idiomas?). Anastasia Riehl[1], en Sapiens.
Todos los idiomas son importantes, pero es difícil notarlo cuando tienen muy pocos hablantes, Quizás parezca más práctico y económico que se hable un único idioma mayoritario. De hecho, los hablantes de lenguas minoritarias muchas veces hablan con fluidez al menos un idioma más. Pero no se trata solo de un impedimento en la comunicación. El artículo considera varios motivos por los cuales deberían preservarse todas las lenguas:
- Por la cultura y la identidad de las comunidades que los hablan. La lengua materna da un sentido de identidad, objetivo común y determinación propia que ayuda a evitar problemas[2].
- Por los conocimientos exclusivos de esa cultura. Existen plantas medicinales o prácticas que se transmiten oralmente y que la comunidad científica aún desconoce. También hay conceptos o maneras de ver el mundo que se reflejan en las palabras y estructuras específicas de un idioma y que no tienen equivalente en otra lengua.
- Para entender cómo funciona el cerebro humano. La autora argumenta que cada idioma es como una pieza de un rompecabezas que es necesaria para entender el panorama completo. Todos los idiomas siguen patrones similares, y a la vez aportan características únicas que permiten ampliar los horizontes de la comprensión humana. La lingüística estudia constantemente la capacidad cognitiva del cerebro humano y cómo organiza la información. Esto sirve para mejorar las terapias que tratan trastornos de comunicación y para perfeccionar los métodos de enseñanza de idiomas.
- Para la innovación. El estudio de (todos) los idiomas también se usa en las innovaciones tecnológicas, como en el desarrollo de los elementos lingüísticos de la inteligencia artificial.
Con cada idioma que se pierde, desaparece la posibilidad de conocer algún elemento clave del rompecabezas.
El lenguaje y la matemática
Why you might be counting in the wrong language (Podrías estar contando en el idioma equivocado. ¿Por qué?). Anand Jagatia, en BBC.
El lenguaje que hablamos tiene mucha influencia en la forma en que percibimos el mundo. Y al parecer, en nuestro desempeño en matemática también. De eso habla este artículo: la manera de expresar los números en distintos idiomas tiene algo que ver con nuestras habilidades matemáticas.
Se mencionan algunos estudios que se hicieron entre personas de distintos idiomas, tanto niños como adultos. Los resultados muestran diferencias en la representación de los números, la comprensión de las relaciones entre ellos y la resolución de procesos matemáticos. El hecho de que un idioma no tenga un sistema numérico “transparente” hace que sea más difícil hacer estas tareas matemáticas. Entender estos detalles permite encontrar nuevos métodos de enseñanza para los niños, pero también ayudan a entender cómo funciona el cerebro (y cómo se desgasta) aun cuando hacemos tareas cotidianas.
Estos son algunos ejemplos que menciona de los idiomas con sistemas más complejos:
- Francés: 92 = cuatro veces veinte más doce (quatre-vingt douze).
- Danés: 90 = halvfems, que es una abreviatura del nórdico antiguo halvfemsindstyve (veinte cuatro veces y media)[1].
- Inglés: números como twelve (12) o eleven (11) no dan ningún indicio de estar relacionados con otros números[2].
Entre los sistemas más lógicos están los siguientes:
- El sistema del chino mandarín: la relación entre las decenas y las unidades es muy clara. Por ejemplo, 92 es jiǔ shí èr (nueve diez dos). El japonés y el coreano se mencionan como sistemas similares.
- El sistema numérico moderno del galés, que es similar al de los sistemas asiáticos. Se menciona de nuevo el mismo ejemplo: 92, naw deg dau (nueve diez dos).
Como concluye el autor, quizás las matemáticas en realidad no son un tan lenguaje universal.
Sobre cronotipos (no confundir con los cronopios de Cortázar)
Night Owls and Early Birds: Surviving in the World of Morning People (Trasnochadores y madrugadores: cómo sobrevivir en el mundo de mañaneros). Behaviour Institute, en Medium.
¿Cuándo sos más productivo? ¿Durante la mañana o a la tarde? Este artículo habla de cómo afecta nuestro cronotipo a la productividad a lo largo del día.
El ritmo circadiano, el reloj interno que indica cuando estamos despiertos y cuándo dormimos, es distinto en cada persona. Podría decirse que cada uno tiene un cronotipo propio. Pero por lo general, hay dos tipos bien marcados: los trasnochadores y los madrugadores. Además, el cronotipo de una persona puede cambiar durante su vida.
El artículo cita estudios que han demostrado cómo afecta a la vida profesional y social el respetar o no los ciclos de cada persona. Por ejemplo, este estudio menciona que si una persona trabaja fuera de su horario más productivo (digamos un trasnochador trabajando a la mañana), esto puede afectar a la función cerebral, el rendimiento y la salud. También se cita este artículo del New York Times donde habla de una empresa farmacéutica de Dinamarca que inició un programa para que sus empleados trabajen de acuerdo a sus horarios biológicos más productivos. En 10 años, no solo mejoró los resultados para la empresa, sino que la satisfacción de los empleados pasó del 39 % a casi el 100 %.
Es cierto que muchas veces no se pueden elegir los horarios de trabajo, aun si le conviene a las empresas. Pero quienes trabajamos por nuestra cuenta podemos aprovechar mejor los horarios de mayor productividad, en vez de querer hacer todo a la vez o procrastinar.
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Créditos de las imágenes:
Imagen principal. Gerd Altmann, en Pixabay
Hombre agobiado. Davidqr, en Pixabay
Estrés. Pete Linforth, en Pixabay
[1] Anastasia Riehl es directora de la Universidad Lingüística Stathy en la Universidad de Queen (Canadá) y su investigación se centra en las lenguas en peligro de extinción.
[2] Se cita, por ejemplo, un estudio que se hizo en 2008 entre jóvenes que vivían en áreas remotas de Canadá. Los que hablaban la lengua nativa eran menos propensos al consumo excesivo de alcohol y drogas y a ser víctimas de violencia que quienes solo hablaban algunas palabras del idioma. Más datos en https://www.abs.gov.au/ausstats/abs@.nsf/Latestproducts/1E6BE19175C1F8C3CA257A0600229ADC?opendocument.
[3] Además, las decenas y las unidades de los números están invertidos. Por ejemplo, 94 es vierennegentig (cuatro y noventa). También es el caso de su pariente cercano, el alemán, con su fünfundzwanzig (cinco y veinte) para decir 25.
[4] El autor menciona que estos nombres vienen de las palabras ellevan y twelif, en sajón antiguo, que significan “resta uno” y “restan dos”, después de sustraer 10.
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