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¿Humanidades sin seres humanos?

El pasado 2 de octubre, la Federación Internacional de Traductores (FIT) hizo un seminario web con motivo del Día Internacional de la Traducción. El título fue “De qué sirven las humanidades sin los seres humanos: el valor de la interpretación y la traducción humanas en un mundo frágil”. Este título estaba relacionado con el tema elegido por esta organización para 2023: “La traducción revela las múltiples facetas de la humanidad”.

El lenguaje es único en los humanos. Es por eso que el auge de la inteligencia artificial (IA) hace surgir esta pregunta: ¿hasta qué punto podrá introducirse la IA en las áreas relacionadas con las humanidades, como la lingüística y la traducción? Los panelistas invitados al seminario de la FIT mencionaron aspectos favorables y desfavorables de esta tecnología, así como lo que debemos tener en cuenta en relación con la traducción.

La IA como una herramienta de acceso

Elisabeth Kouaovi, traductora de la Oficina Regional para África de la Organización Mundial de la Salud (OMS), destacó cómo la IA ha demostrado su utilidad sobre todo desde la situación de emergencia causada por la COVID-19. Por un lado, ayudó a responder a la demanda. Por otro, en una zona donde se habla una gran cantidad de idiomas diferentes, opina que estas tecnologías mejoran el acceso de las minorías a la información y a la comunicación.

Por su parte, James Phillips, Director de la División de Traducción del Tratado de Cooperación en materia de Patentes (PCT) de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), también habló de cómo la traducción automática puede dar acceso a la información y favorecer el comercio.

El lado oscuro de la IA

Urtzi Urrutikoetxea y Miquel Cabal Guarro mencionaron que la IA tiene un lado positivo. Sin embargo, también plantearon su inquietud con respecto a que las personas tienden a usar idiomas hegemónicos al usarlas. Por ejemplo, usan el español en vez de idiomas minoritarios, como el vasco (euskera), el catalán, lenguas nativas americanas, etc. Eso implicaría la pérdida de las lenguas maternas.

Urtzi, miembro del Comité de Traducción y Derechos Lingüísticos en PEN International, planteó que uno de los peores ataques a la libertad de expresión es la pérdida de un idioma. Y con eso no se refería simplemente al hecho de que nadie lo hable, sino de que un idioma no se desarrolle de la misma manera que otro, que no brinde las mismas posibilidades de acceso a la educación, las herramientas, la información y la traducción que tienen otras lenguas y que les permiten estar en contacto con otros idiomas y culturas.

Miquel, miembro de la junta de la Asociación de Escritores en Lengua Catalana (AELC) y Miembro de la Junta Directiva del Consejo Europeo de Asociaciones de Traductores Literarios (CEATL), habló de la falta de límites éticos de la IA. Planteó: “¿Por qué preferiría alguien un texto generado automáticamente a un texto literario humano a no ser por motivos exclusivamente económicos?”. También destacó que las computadoras no comparten experiencias, no viajan, no enriquecen la personalidad ni tienen que explicar por qué y cómo hacen algo, no rinden cuentas de por qué eligen una palabra o expresión en vez de otra; los traductores literarios por otro lado, se hacen cargo de lo que escriben. Mencionó que hay contratos de traducción que incluyen cláusulas que prohíben el uso de la IA en el proceso de traducción y edición. Las humanidades y las artes son necesarias, y si se generaliza el uso de la IA en la traducción de textos literarios, se va a empobrecer la calidad y la diversidad de este tipo de textos.

Elisabeth Kouaovi también dijo que la IA no es inteligente. Imita los aspectos de la actividad humana que se pueden emular y predecir, pero no puede afrontar lo improvisado, lo inesperado. Puede aprender y copiar lo que ya existe, pero no puede darle sentido a la existencia. Quizás hasta pueda traducir chistes, pero no entiende por qué son graciosos.

Quizás podría pensarse que la traducción automática puede implementarse por completo en las áreas técnicas, donde el lenguaje no parece ser tan creativo. Sin embargo, James Phillips comentó que en la OMPI, donde se traducen unas 210 millones de palabras de contenido técnico al año, aproximadamente la mitad se posedita y la otra mitad es traducción humana.

El futuro de los traductores

Una de las preguntas planteadas a los panelistas al final del seminario fue si vale la pena que los jóvenes sigan carreras relacionadas con la traducción. La respuesta fue que sí, y estas son algunas de las razones que se dieron:

  • James Phillips contestó que sí, que incluso hay necesidad de traductores especializados en la OMPI. Es posible que con el avance de la IA el trabajo de los traductores cambie, pero no significa que no se los vaya a necesitar.
  • Urtzi Urrutikoetxea dijo que hay muchas medidas que se pueden tomar, por ejemplo, si se considera la necesidad de traducción entre lenguas poco habituales. Citó un caso con el que se encontró su esposa como maestra en Bilbao en una zona donde había muchos inmigrantes. En la escuela se maneja el euskera, en la ciudad de Bilbao el idioma hegemónico es el español. Y ella tenía un alumno de Paraguay: la familia hablaba guaraní. Ella trataba de animar a los padres a que hablaran en su lengua materna en casa, ya que estaba en sus manos solamente que el niño la aprendiera.

En conclusión

Algo interesante que se mencionó es que muchas veces los inventos y avances científicos pueden tener consecuencias inesperadas. Son útiles, pero podrían necesitar correcciones que aún no son evidentes.

Así que sería bueno tener cautela con el uso de las nuevas tecnologías. No descartarlas por completo, pero también entender que hace falta, aún, el elemento humano para controlar la calidad.

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