Etimología

Cuestiones de tiempo

La mayoría tenemos bastante claro que un año tiene doce meses y 365 días (o 366 en años bisiestos) o que hay cuatro estaciones que son opuestas en el hemisferio norte y en el hemisferio sur. A lo sumo quizás sepamos que los judíos, los chinos y los musulmanes cuentan los años de otra manera. O que las regiones entre trópicos no tienen cuatro estaciones.

Pero algo que parece tan obvio como contar el tiempo no siempre se hizo de la misma manera. Y eso se ve reflejado en los términos que usamos para referirnos a determinados períodos.

Calendarios

El calendario (del latín calendae, primer día del mes[1]) romano era lunar. Mes viene del latín mensis, que tiene la misma raíz que las palabras inglesas moon (Luna) y month (mes). Es interesante que en rumano, otra lengua romance, mes se dice lună.

El sistema romano en un principio tenía solo diez meses que sumaban 304 días, más un período de sesenta días en el que no se registraba la fecha. Con el tiempo agregaron dos meses: ianuarius y februarius. Pero con este sistema solo llegaban a 355 días, por lo que con los años los meses dejaban de coincidir con las estaciones.

Siglos después aparece Julio César, que cuando estaba en Egipto le encargó el calendario a un astrónomo de Alejandría. Los egipcios fueron los primeros en usar un calendario solar y esa fue la recomendación: adaptar el calendario romano al calendario solar. De paso, César decidió que el año empezara el primero de enero, que era la fecha en que entraban en funciones los cónsules electos de Roma. El año 45 antes de nuestra era fue el primero en seguir el calendario juliano, llamado así en honor a su creador.

Sin embargo, aunque el calendario juliano es muy similar al que usamos hoy, aún no era perfecto. Y se fue haciendo evidente con el paso de los siglos. Por eso, el papa Gregorio XIII se ocupó de esa reforma en el siglo XVI, de modo que las fechas religiosas no se siguieran desplazando. De ahí viene el nombre del calendario gregoriano que usamos en la actualidad. Este calendario no se adoptó en todos los países al mismo tiempo, lo cual dio lugar a situaciones curiosas, como que Cervantes y Shakespeare murieran en la misma fecha, pero no en el mismo día, que en Suecia el año 1712 tuviera un 30 de febrero o que en Rusia en 1918 se acostaran a dormir el 31 de enero y amanecieran el 14 de febrero.

Nombrar el tiempo, contarlo, brinda la ilusión de que lo controlamos. Olivier Marchon

Otras palabras

Día viene del latín clásico dies. El adjetivo diurnum evolucionó a giorno (italiano), jour (francés) y jorn (occitano) relacionadas con nuestras jornada y jornalero. Aunque día se parece al inglés day, sus orígenes son distintos. La palabra inglesa proviene del inglés antiguo dæg, período durante el cual el sol está arriba del horizonte, relacionado con el alemán Tag.

Semana procede del latín septimana, la séptima mañana, basada en la idea de los babilonios de agrupar los días en períodos de siete. En italiano y en rumano aún puede verse este origen: settimana y săptămână, respectivamente.

Año, del latín annus, donde la doble n se convirtió en ñ. Lo mismo pasó con antaño (lo que ocurrió antes del último año) y añejo (lo que tiene más de un año), pero no con anuario, anual y aniversario.

El año de 366 días es bisiesto, dos veces (bis) el sexto día (sextil, el sexto día antes del primero de marzo), porque al principio el día adicional estaba entre el 23 y el 24 de febrero: el 23 bis. Como era complicado, con el tiempo se lo reemplazó por el 29 de febrero.

Hablando de Roma

Estación viene del latín statio, acto de estar, permanecer. Del latín ver surgieron veranum tempus, que en español dio verano, y primo vere, el primer verano, nuestra primavera. A la estación calurosa también se la llamaba aestivum tempus, de donde vienen nuestros términos estío y estival, así como el italiano estate, el francés été y el catalán estiu.

Otoño viene del latín autumnus, relacionado con aumentar, que llega a la plenitud del año, porque la vegetación llega al final de su ciclo. Se ve claramente en el francés automne y el italiano autunno. Y sí, el inglés británico autumn tiene el mismo origen. En cambio, el inglés americano fall hace referencia directa a la caída de las hojas.

Por último, el invierno era el hibernum tempus, derivado de hiems, asociado al frío y la tempestad. La h original se conserva en el adjetivo hibernal y en el verbo hibernar, así como en la palabra francesa para invierno, hiver.

Tiempo al tiempo

Del latín tempus nos llegaron varias palabras: tiempo, por supuesto, pero también temprano (que se hace a tiempo), temporada (período que se repite en forma estacional), temporal (que dura un tiempo acotado, como una tormenta de verano), temperamento (relacionada con templar, atemperar, el control de uno mismo), temperatura (de moderación del tiempo), intemperie (expuesto al tiempo), etcétera. Tempus era un concepto bastante amplio, se entiende también como momento, época, estación del año, de ahí que también se relacione con el estado atmosférico de un momento determinado, es decir, con el clima, y de donde viene también tempestad (tormenta grande).

No te rindas, aún estás a tiempo

de alcanzar y comenzar de nuevo,

[…].

No te rindas que la vida es eso,

continuar el viaje,

perseguir tus sueños,

destrabar el tiempo

No te rindas

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Fuentes consultadas

Soca, Ricardo. La fascinante historia de las palabras. Buenos Aires, Interzona Editora, 2011.

Ortega, Virgilio. Palabralogía. España, Grupo Planeta, 2014.

Marchon, Olivier. El 30 de febrero y otras curiosidades sobre la medición del tiempo. Buenos Aires, Ediciones Godot, 2017. Traducción de Jorge Luis Caputo.

Balmaceda, D. El apasionante origen de las palabras. Buenos Aires, Penguin Random House Grupo Editorial, 2020.

El castellano. Etimología. <https://www.elcastellano.org/>. [Consulta: 26 de diciembre de 2024].

Diccionario Etimológico Castellano en línea. <etimologias.dechile.net>. [Consulta: 26 de diciembre de 2024].

Online Etymology Dictionary. <etymonline.com>. [Consulta: 26 de diciembre de 2024].

RAE. Diccionario de la lengua española. <https://dle.rae.es/>. [Consulta: 26 de diciembre de 2024].

WordReference. Diccionario español-catalán. <https://esca.wordreference.com/esca/>. [Consulta: 26 de diciembre de 2024].

LingoHut. <https://www.lingohut.com/>. [Consulta: 26 de diciembre de 2024].

Créditos de las imágenes

Reloj de bolsillo. Imagen de Annette en Pixabay.

 

[1] En su origen, calendae era la ceremonia en que se convocaba al pueblo en el Capitolio para dar a conocer las fiestas y los sacrificios que tendrían lugar en el mes. Por eso calendae conlleva la idea de convocar, del latín calāre, procedente del griego καλέω (kaleo), y este, a su vez, del indoeuropeo keld-, gritar. De esta raíz procede clamar, actualmente llamar.

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