Cuenta la historia que los romanos, que no tenían leyes, decidieron pedírselas a los griegos. Los griegos propusieron un debate entre un sabio griego y uno romano para determinar si los romanos merecían las leyes. Como no tenían el mismo idioma, disputarían por señas. Los romanos, que sabían que no podían con los griegos, decidieron elegir a una persona común, vestirlo bien y que sea lo que Dios quiera. Se hizo el debate y, finalizado, los griegos otorgaron sus leyes a los romanos. Claro que, al preguntarle a cada uno sobre el significado de las señas, el resultado era muy distinto. Moraleja: no hay palabra mal dicha si no fuese mal entendida[1].
Ahora estamos plagados de formas de comunicarnos. La comunicación eficaz incluso se considera una importante habilidad directiva y es muy valorada en todas las carreras y en todos los niveles de empleos. Pero que podamos comunicarnos más no quiere decir que lo hagamos mejor. El lenguaje, sea oral, escrito, por señas, etcétera, es el medio que nos permite comunicarnos, pero hay que saber usarlo.
Es voluble la lengua de los hombres, y de ella salen razones de todas clases; hállanse muchas palabras acá y allá, y cual hablares, tal oirás la respuesta. Homero, en La Ilíada
¿Claves de la buena comunicación?
Según Paul Grice (1913-1988), para que la comunicación sea eficaz, deben seguirse cuatro máximas:
- La máxima de cantidad: no decir ni más ni menos.
- La máxima de calidad: lo que se diga debe ser verdadero.
- La máxima de relevancia: el mensaje debe ser pertinente a la situación comunicativa.
- La máxima de modo: ser claro.
Claro que, llevado a la práctica, no es tan simple. El humor y la ironía ya rompen con las máximas de calidad y relevancia, así que respetarlas siempre sería muy aburrido.
También está la cuestión del medio que se use. ¿Te ha pasado enviar un mensaje escrito y que después te pregunten exactamente lo que acabás de escribir? Es evidente que no todos retenemos información de la misma manera. Algunos entienden mejor lo que escuchan que lo que leen. Y otros, que somos olvidadizos, nos sentimos más seguros con la palabra escrita, que puede leerse las veces que sea necesario (cosa que no siempre pasa con la comunicación verbal).
Verba volant, scripta manent. Las palabras vuelan, los escritos permanecen.
Más problemas de comunicación
Las neurociencias explican otro motivo por el cual puede fallar la comunicación: los sesgos cognitivos.
Nuestro cerebro va creando modelos mentales para mejorar las respuestas en situaciones repetidas y para
ayudarnos a interpretar nuestras vivencias. Una vez formados, estos modelos tienden a darle importancia a la información que los confirma y a dejar de lado la que los cuestiona.
El problema es que estos esquemas suelen ser muy rígidos y difíciles de cambiar (salvo que lo hagamos conscientemente) y, si se basan en alguna mala experiencia vivida, pueden afectar la forma de interpretar una situación y de reaccionar a ella.
En otras palabras, el cerebro ve lo que quiere ver en función de las vivencias de cada persona. Reflexionar en cómo funcionamos nosotros y en que los demás quizás vean las cosas de otra manera ayuda a mejorar nuestra forma de comunicarnos.
Aprender un idioma es una buena manera de aprender a ver el mundo con otros ojos.
Traductores
Los traductores, que trabajamos con el lenguaje como materia prima, tenemos que saber usar bien las palabras y ser buenos comunicadores. No solo para mejorar la calidad de nuestro trabajo, sino también para mantener una relación profesional con nuestros clientes.
Si alguna palabra áspera se ha pronunciado, que al instante la arrastren y lleven lejos los vientos. Homero, en La Odisea
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Fuentes consultadas
Máximas de Grice. < http://www.ub.edu/diccionarilinguistica/content/m%c3%a1ximas-de-grice>. [Consulta: 16 de junio de 2024].
Manes, Facundo. El cerebro argentino. Grupo Editorial Planeta, 2016 [págs.32 a 39].
Créditos de las imágenes
Redes sociales. Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.
Emojis. Foto de Stockcake.
[1] Este relato está tomado del Libro de Buen Amor (1330). En este enlace aparece el texto original con una traducción al español actual, y en este enlace hay una adaptación que suele usarse en las escuelas.
