Idiomas, Traducción, Traductores

Lenguaje, pensamiento y traducción

Muchos estudios demuestran que el lenguaje que aprendemos en la infancia influye en nuestra manera de percibir el mundo. También se ha demostrado que adoptamos distintas maneras de pensar cuando usamos la lengua materna y cuando hablamos un segundo idioma. Básicamente, en la primera lengua se involucran nuestras emociones, mientras que al usar un segundo idioma somos más racionales.

Cómo afecta a la traducción

El simple hecho de pasar palabras a otro idioma no implica que un texto tenga el efecto de la lengua materna en el texto meta. A veces, sin darnos cuenta, los traductores nos quedamos con la cabeza en el original, aun si las palabras están traducidas. El traspaso (calco) de estructuras del original a la traducción puede generar un texto difícil de leer. Una solución a esto es repasar la traducción después de un rato para ver si la lectura fluye. Si no, hay que arreglarlo. Hay que recordar que el cerebro nos puede engañar, como se trata en este artículo.

Cuando miramos una película subtitulada (y entendemos el original) a veces saltamos con el “¡Pero no dijo eso!”. Aunque puede ser cierto (los traductores no somos infalibles), tal vez el traductor hizo un buen trabajo y optó por una expresión más natural en la lengua meta, incluso si la traducción literal también se entiende.

Si el texto se entiende, tampoco quiere decir que tenga el mismo efecto que la lengua materna, incluso si se trata de otra variante del mismo idioma. Muchas empresas que quieren tener éxito en un nuevo mercado conocen la importancia de la localización, un tipo de traducción que se adapta teniendo en cuenta al público objetivo.

¿Traducir a la lengua materna o a la segunda lengua?

¿Qué es mejor: traducir a la lengua propia o a la lengua adquirida? La recomendación general es traducir a la lengua materna. Pero ¿por qué?

Es más seguro y más fácil expresar las ideas en nuestro propio idioma. Además, hay más probabilidades de lograr fluidez. Por eso también es importante que el traductor conozca bien su lengua materna.

Hay algunas ocasiones en las que está justificado traducir a la segunda lengua, e incluso es necesario. Por ejemplo, si hay que traducir un texto —ni hablar si se trata de un audio— que está en lenguaje coloquial o muy regional, puede ser muy difícil para un hablante no nativo descifrar lo que se está diciendo. Lo mismo puede pasar con un texto manuscrito: si hay que “adivinar” las palabras, un hablante de la misma lengua está mejor equipado para interpretarlo. No solo por el idioma, sino por el conocimiento compartido por esa comunidad. Además, en estos casos muchas veces la necesidad de traducción puede ser con un fin informativo, que requiera mantener la fidelidad a la idea que se transmite más bien que a lo coloquial del discurso. Otro asunto son los textos literarios: ¿hasta qué punto se deben traducir los aspectos locales en este tipo de textos? Ese es tema para otro artículo.

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Créditos de las imágenes:

Lucía Sol Photography

8 thoughts on “Lenguaje, pensamiento y traducción”

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